Dos fórmulas, una imagen… y un universo por descubrir.
Tanto la fórmula de Euler, 𝒆𝒊𝝅 + 𝟏 = 𝟎, como la ecuación de Dirac (𝑖𝜕 − 𝑚)𝜓 = 0, revelan una armonía profunda en la naturaleza. Algunos ven solo matemáticas y física; otros, una huella del orden divino. Ciencia y religión no se excluyen, ni tienen porque estar enfrentadas, sino que pueden complementarse como dos lenguajes distintos para hablar del mismo universo. Las ecuaciones describen con precisión fenómenos matemáticos y físicos buscando explicaciones, por otro lado, la fe trata de responder preguntas sobre el sentido de la vida, el propósito de nuestra existencia y lo que hay más allá de lo visible. Ambas forman parte del pensamiento humano y pueden ayudarnos a comprender mejor el mundo y nuestro lugar en él.
La ecuación de Euler, «la joya de las matemáticas” también conocida como la fórmula de Euler, es una de las expresiones más bellas y sorprendentes de esta materia. Ha sido admirada por su perfección, y algunos la consideran una expresión del orden profundo del universo. Tiene una belleza misteriosa, porque parece casi mágico que una fórmula tan corta, de una sola línea, una elementos tan diferentes e importantes. Es como una sinfonía matemática donde todos los elementos fundamentales se encuentran. Conecta el análisis (con e), la geometría (con π), el álgebra (con i), y la aritmética (con 1 y 0).
- e: la base del logaritmo natural, relacionada con el crecimiento continuo.
- i: la unidad imaginaria. √−1 = 𝑖
- π: el número pi, que relaciona el diámetro y la circunferencia de un círculo
- 1: la unidad multiplicativa.
- 0: la identidad aditiva.
La ecuación de Dirac, propuesta por Paul Dirac en 1928, también conocida como “la ecuación del amor” por razones más simbólicas que científicas, es una de las más bellas de la física, por su elegancia y capacidad de unir conceptos profundos como la mecánica cuántica, la relatividad y el espín en una única expresión. En ciencia, la belleza suele asociarse a la verdad, y esa armonía matemática ha sido comparada con el amor. La ecuación une dos visiones del universo que parecían incompatibles la relatividad de Einstein (lo grande) y la mecánica cuántica (lo pequeño), del mismo modo que el amor puede unir realidades muy diferentes.
Con esas ideas, más la de un Cristo crucificado del siglo XXI, que se entrega por los hombres y mujeres, deseamos transmitir la posibilidad de poder siendo tan diversos, complejos y distintos ( razas, religiones, países,….) vivir en armonía y paz. Decía Einstein, “la ciencia sin religión está coja, y la religión sin ciencia está ciega».
Historia
Ya hace años, sobre 1986, empezamos a trabajar el arte efímero de las alfombras del Corpus, elaborando la crucifixión de San Pedro. Han pasado años y diferentes amigos y amigas que han ido colaborando en este bello arte y día tan especial para la Villa de La Orotava.
Hemos sido siempre una alfombra diferente, hemos querido buscar la innovación, nuevas formas, modernizar los diseños adaptándonos a los nuevos tiempos, incluso añadiendo guiños a las nuevas tecnologías como fue el introducir códigos QR, para que todos y todas que quisieran pudieran ver el proceso desde el inicio al final y alfombras anteriores. Fue todo un avance y un empuje más en la difusión de nuestro arte efímero.
Nuestro tapiz se caracteriza por el cuidado de los trazos, la correcta, o el intento de la correcta colocación de los pequeños pétalos de flores y el brezo para que definan la idea y la forma del boceto original.
En la actualidad, este grupo de amigos seguimos buscando nuevas formas de comunicar lo que sentimos en este día tan especial para nosotros y para el resto de villeros, con una ilusión grandísima.
Por este tapiz han pasado mucho amigos y amigas, unos se han quedado y otros por diversos motivos no han podido seguir, pero todos saben que ese día de la octava del Corpus, el espacio de su alfombra les espera con los brazos abiertos. Es quizás una de las cosas especiales que tiene este día y nuestra alfombra, los años no pasan y siempre es un punto de encuentro para celebrar.
